jueves, 22 de diciembre de 2011

Ventisca


Las sombras que las ramas desnudas de un árbol proyectan sobre una pared desierta y en penumbra podrían ser su mejor metáfora. Se retuercen, se extienden y aumentan. Las ramas pequeñas se superponen gradualmente a las más grandes, cada vez hay más. Puntiagudas, grises, retorcidas y feas, son las garras terroríficas y fatales de un ser nacido directamente de la tierra misma, con las raíces asentadas férreamente bajo el suelo, y que no tiene intención de moverse y mucho menos de marcharse. Cada una de esas puntas puede hacer demasiado daño si te atreves siquiera a intentar acariciarlas. No te dejes engañar por su aparente belleza, en realidad es una imagen grotesca y horrenda. Violenta. Amargado el árbol en su invernal soledad, se muere de frío. Perder las hojas no le ha servido de nada, no comprende por qué: los demás árboles parecen felices. 

jueves, 8 de diciembre de 2011

Espejo

Hace frío. Una fina llovizna cae sobre las calles. El cielo nos dedica una tímida sonrisa que asoma tras una nube. Los habitantes de los jardines han abierto sus ojos de cristal  y, desde oscuros rincones, observan el deambular de la gente, que ya no camina sola: su alter ego les acompaña, pegado a sus pies, desde el otro lado del mundo. Las matrículas de los coches cuentan historias. De los árboles se desprenden pequeños acróbatas que descienden haciendo sus mejores piruetas, sabiendo que cuando lleguen al suelo será su fin. Y, si uno pone atención en las farolas, se ven suspiros que se esfuman en el aire con el cambio de luz, o luces que matan alientos. Una densa niebla envuelve a los pocos osados que deambulan por las calles a esas horas, un telón que confunde y nos hace dudar de dónde estamos. Voces no muy claras murmullan por todas partes, como si conocieran los secretos del mundo y nos estuvieran tentando a sumergirnos en la bruma para que nos los puedan contar al oído.
Es una buena noche para hablar de poesía.