jueves, 22 de diciembre de 2011

Ventisca


Las sombras que las ramas desnudas de un árbol proyectan sobre una pared desierta y en penumbra podrían ser su mejor metáfora. Se retuercen, se extienden y aumentan. Las ramas pequeñas se superponen gradualmente a las más grandes, cada vez hay más. Puntiagudas, grises, retorcidas y feas, son las garras terroríficas y fatales de un ser nacido directamente de la tierra misma, con las raíces asentadas férreamente bajo el suelo, y que no tiene intención de moverse y mucho menos de marcharse. Cada una de esas puntas puede hacer demasiado daño si te atreves siquiera a intentar acariciarlas. No te dejes engañar por su aparente belleza, en realidad es una imagen grotesca y horrenda. Violenta. Amargado el árbol en su invernal soledad, se muere de frío. Perder las hojas no le ha servido de nada, no comprende por qué: los demás árboles parecen felices. 

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